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El respetable

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Que dicen que ser respetable es bailar al son de un órgano dorado a los pies de cristo y cantar  alabanzas al tallado madero,  que sangra cuando nadie mira. Que dicen, ahora, que nadie eres si no sangras al más sangrado, pues no hay sentido en tender la mano al que entrega su honra al légamo. No llores su desdicha, nunca se pagó por derrame. ¡Al infierno el  respetable! que las teas ya no quemen más cartones, sino tronos y alcázares. Y que el tirano de harta barriga y honestidad distraída cargue la cruz que adora desde su  almena. No desistas de la bondad, ni decaigas en la contienda,  aunque la virtud y la moral ya no sean respetables. 

Lunática moral

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Cansada está la luna de ser la puta de todos los poetas, pues la utilizan a traición,  cuando ella no mira.  Deshecha en pluma y falsos desamores, esposa infiel de mil parias borrachos de tinta. Y la miran con repulsa cuando es tocada por muchos, más sin brazos redonda no evita ser violada. Dejadla tranquila sola en su vuelo, y que se acueste con quien quiera, que a la noche seguro nunca llegará tarde. 

Rencor

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Maldita la noche en la que borracho dejé una rendija en mi pecho por la que  colarte. Y te encontré entre la basura y cucarachas que habitaban un viciado corazón maltratado de recuerdos.  Nadando en orgías de penas con rencores y tardes de lluvia de reflejos por la ventana. Te encontré en el humo de mis pulmones, desnuda  en el whiskey de un vaso medio vacío, en el sótano de una dignidad sentenciada a pena de muerte. Te encontré y te encontraré, una y mil  veces, para anunciarte, y no en vano, que a quien  corazón mata, a corazón muere. 

La duermevela

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Lléname de ruido las horas, de sueños preciosos la almohada.  Déjame entrar en tu piel y atravesar  desnudo tu perfume de excesos.  Cambiar las agujas de tu reloj por medidas  de tiempo en latidos y convertir el suelo de tu alcoba en el fruto prohibido. Y nunca más pisarlo por temor a la condena eterna del vacío y la ausencia. Róbame la idea de la muerte a empujones por el pasillo, llenando cada baldosa de cantos a la libertad de tu entrepierna.  Enrédate conmigo en una duermevela de dos cuerpos y un corazón, para ceder al sueño nuestro destino.

Cuestión de principios

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Que si hablas porque hablas, y si callas, estás de más,  pero levanta alto el brazo cuando los veas desfilar.  No les toques ni ultrajes,  ni siquiera has de mirar,  besa y reza su bandera  o en la plaza arderás.  Que el que con putas se acuesta, cacique se levanta, pues al pueblo ya no espanta el ver sus hijos gobernar.  Siéntate, muchacho, déjalo estar, que pa' ladrar penas  ya hay un perro predicando en el altar.  Y si lloras, biblia en mano, pudriendo su libertad, ten por seguro hermano, que  ni dios te toserá.  Y si crees que del cielo no te podrán echar, no lo grites,  pues encontrarán la manera  de poderte desahuciar. Porque en la cima de su  esperanza está tu boca silenciada, más no tomaremos venganza, esos cerdos han de pensar.   Pero al llegar su "San Martín", en el amanecer de mil gargantas, comenzará nuestra hazaña,  que en los libros quedará. 

Te cambio un hoy por un mañana

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Fóllame esta noche hasta  pintar de añil las estrellas  y de rojo la luna.  Rómpeme a besos la mueca triste de mi boca, que nunca  más se tuerza una sonrisa.  Atémonos de pies y manos a las esquinas del cielo,  arañando nubes como gatos.  Y firmemos un pacto de  ineternidad, para que nunca  haya un mañana sin  un hoy, ni tú sin mí. 

La diosa descalza

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Me despierto a un palmo de la locura. Casi puede tocarme con sus tentáculos. Huyo, y me la quito de encima a manotazos de agua. Me miro en el espejo y veo que el mal tiempo quiere robarme la vida a tormentas. Y me preparo un café, que me ayude a encontrar la salida de este laberinto sin puerta de entrada. Me pregunto dónde  está esa diosa que algunos dicen ver en  mí. ¿Será que no me conozco?. No encuentro esa divinidad. Me siento descalza, caminando por un suelo con fecha de caducidad. Y  cuando miro al suelo, veo la dimisión de mis suelas, que se niegan a acompañarme en otro día igual. 

Días en vano

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Le levanto la falda a los días y encuentro momentos que no valen nada, que llevan silencio que nunca se acaba, me matan las horas que llueve en secreto. Me busco en fotos y reflejos y no encuentro nada, me absorbe el vacío que encierran tus besos. Quiero la luz de miradas,  un "ven un momento", que sobran palabras si tengo tus huesos. Y me empiezo a cansar de escalar las mañanas, tumbar tardes, devorar noches. El empacho de estrellas me hace vomitar quejíos que rebotan en las paredes de mi habitación. Enciéndeme  las noches, para que al menos vea dónde piso.

Maullidos en la noche

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Perdí las noches que la luna hizo por ti, masticando el hielo que dejó el amanecer. Entre maullidos empezaba a descubrir, que aún quedaban versos en el suelo por coger. Subí a la tierra para verte estremecer, en tus noches en vela. Y entre tus lunares he sido aquel niño que quiso cazar mariposas, pa' quitarle las alas, retozando en tu ombligo y no echaran a volar. Dejé de soñar que te había perdido, qué triste pensar que  no estabas  conmigo. Y es que a veces  no te pienso,   pero otras tantas lo compenso,  sólo  pensando en ti.

Quédate

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Corté las cadenas que me quisieron atar al desvelo por ti, a una cama sin ti. Y  caí, a plomo, a la fatiga por tu pelo, caí. A mojar con saliva el filo de mis plumas, que al irte enmudecieron. No te alejes  de aquí, que nuestros cuerpos vuelvan a  retorcer los renglones de poesías obsoletas.  Que nunca más duren secas tus sábanas  dos días, y que mi ropa recoja el polvo de tu suelo al salir. No te alejes de aquí,  y si te alejas, que sea para coger el aire que te voy quitando. 

Exilio en el Tártaro

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Cuando bajas al infierno, aprendes, que no de gula tiene el diablo ardores en el estómago. Que aquí abajo se queman los miedos al mismo tiempo que tú. Y no esperes encontrar putas o viciosos de los que hablan las fábulas. Aquí ya sólo quedan las cenizas de algunas sotanas y el metal oxidado de férulas forjadas en pecado. Y no le habléis de demonios a su compañero de alcoba, pues de espantos está lleno. Desiste en hacerme una visita, que ya Caronte me dará el recao.

El descuido

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No hay delito en matar este momento que agoniza, que suplica descansar. Más considérenlo un acto de piedad, de justicia para el alma. Pero se me escapa, desaparece entre mis manos antes de rematarlo. Y me veo corriendo tras mi verdugo, que a cada paso se gira para burlarse de mí. Un torpe asesino que agrede con desatinados golpes. Mal hirientes, pero soportables. Me tiene agarrado por los huevos. Sabe que le pertenezco y juega conmigo. Hasta el día en que, desprevenido, resuene mi aliento en su nuca  anunciándole  la muerte. 

Tallado a navaja

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Retuerzo renglones, las líneas continuas que dejó tu carmín. Los miro de cerca, borracho, y les rezo antes de echarme a dormir. Me quedo en el último rayajo de tu espalda pa' abajo y escupo la sangre que sale del hambre, de morderme los  labios por ti. A latigazos de saliva, redimo pecados, que por carne yo he visto morir. No me hables de cruces al hombro, que de astillas y clavos me hicieron, pues mi cuerpo es de olivo  corrompido por barniz. Tállame otro corazón en el pecho, que la lluvia en el mío dejó brecha y ya siento el marchitar desde la cabeza hasta la raíz. 

La última calada

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Respiro tu risa que galopa mis pulmones a lomos de un caballo de espuma. Rápido, pero a tientas, firme, pero suave. Encerrando cada  suspiro que evocan tus labios, tan adentro, que a penas me  queda espacio para respirar. Y la última gota de aire que resbala por mi garganta seca, dará paso al profundo sueño en el que soñar con tu boca, tan cerca, que casi no puedo  soñarla. Dame esta noche la última calada de tu risa y deja que el sueño te sueñe conmigo.

Otro otoño

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Sigo el ruido de hojas secas que fui dejando por el camino. El canto ronco de una cigarra chirría en los charcos que siguen mojando mis pies. Yo sigo mi camino sin importar cuán calado me dejó el tiempo. Y aunque descalzo anduve en primavera por adoquines de lava, hoy vuelve a forjarse un suelo bajo mis pasos. Ahora camino sobre las lágrimas de un sauce gris que, como yo, murió en primavera y hoy resucita para celebrar otro otoño contigo. 

Llévame contigo

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Que una tormenta nos cale los besos y un mal rayo parta la noche. Que la lluvia pudra las tejas de mi tejado y me acune en un viaje sereno por tus venas. Que un remolino de navajas  me corte las alas y me deje para siempre en este lado de la carretera. Que me empujen, ultrajen, calen y prendan.  Pero tú tírame la trenza, una mano al pecho, un susurro  de auxilio, un beso desbocado y punzante que siga latiendo en el revuelo. Llévame, llévame contigo donde las olas arrojen el primer grito de vida y el cielo sólo sea un triste espejo en el que peinarse.

El Capitán

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Se tensan sus velas cuando un rayo ilumina la proa. Le aúlla a las olas y le responden con cantos salados, con puños de agua. Y se coloca la quilla mientras agarra por la pechera a Poseidón que con punta de tridente amenaza. Nunca surcó tan bravío mar. Nunca un lobo imaginó encontrar tal horma para su pezuña. Forró su corazón con caparazones de forajidos cangrejos y marcó su horizonte lejos del encalle.

El rey de los tejados

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Me subo a las palmeras cuando dejas de mirarme, que se me pudren las ideas cuando no puedo besarte. Y las ratas con galones me escupen versos envenenados, para hacerme bajar, soy el rey de los tejados. Me quedo aquí para reír y se me frunce la espalda en treinta noches sin dormir. Y leo en las tejas  vidas callejeras del que busca en las esquinas y llora en las aceras, del que mira al cielo esperando una respuesta y recibe el silencio de cuando el sol se acuesta, de los poetas fantoches de bolsillo y faroleros que se inspiran en los bares de putas y bandoleros.  Me quedo aquí para vivir y  compartir con los gitanos la fábula de tus besos, que desde ayer, ya son lejanos. Me quedo aquí para morir, con los ojos tapados y la luna por bandera, soy el rey de los tejados.

A ras de rodilla

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Su función empieza cuando los últimos flecos del telón ya rozan las tablas. Esos flecos impregnados de la mierda que dejan otras suelas privilegiadas. Cuando en las butacas sólo quedan las uñas salpicadas en un aplauso y el acomodador ya puede acomodarse. En su obra no hay taquillas, ni alfombras rojas. No hay glamour, ni premios. En su obra vencen los recortes de falda, las agujas con tacón y los faros a ras de rodilla. Hizo de su vida un teatro y de gatos su público. Calzó sus pies con la piel que le sobraba a sus agallas y unas medias con más agujeros que el honor de un chivato medio cubrían sus rifadas piernas. Y cuando amanece, deja de ser la puta de la luna para convertirse en la madre del sol.

La guerrera

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Y se paseó, entre gritos de dolores, desertores, y de su mano no iba yo. Con espinas sin flores y cuchillas por temblores, hasta que perdió su esperanza en los amores que estrechaban su cansado corazón, que lloraba por las noches de sudor. Y se levantó, lanza en mano, sin escudo, desgarrada por llagas, despertó. Ganó guerras como penas que en el fondo de su alma enterró y luego escribió con la tinta de un guerrero que en su sangre, sueño y hambre encontró. Valga tu honor, guerrera, que en tu pelo nace el fuego del infierno que juró tu tumba y ahora yace desierto.

El cielo no es para mí

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Si me empujas a este punto, a tu lado pierdo el rumbo y me empiezo a disparar. Y en tus besos me derrumbo, trazo el cielo, me hago un nudo, cuando empieza a clarear. Tengo un perro en la garganta, que si te desnudas ladra, y no lo puedo callar. Como un pájaro, cuando el  alba, se despierta entre sus patas y le arranca su cantar. Virgencita María, que no  existe el día que a su cuerpo yo perdía las ganas de tocar. Que si la veo peco, y en el cielo ya na hay hueco para tipos como yo.

Del barro

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De niño aprendí a esquivar las hostias que otros lanzaban, y a zurcir heridas con hilo de acero. A que las sotanas doradas de los hijos predilectos  escondían más secretos que piel y  que el cuerpo de cristo no era más  que una insulsa falacia. Aprendí que las editoriales no marcaban destinos y que no hay atractivo en historias  veraces. Abandoné manadas cuando se volvieron rebaños, dejando la marca de mis pezuñas en el asfalto. Escogí volar a ras del barro y así evitar nubes en forma de piedra. Tantas  veces me embarré, como lágrimas lavaron mis manchas. Y aunque no queden barrizales sin mis llantos, siempre habrá una ciénaga donde  acunarme. Prefiero los charcos a los barcos y los grillos a los pillos. Quédate con tus vigas de mentira y deja que malgaste mi vida entre el romero.

Días sin luz

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Despierto, en un cama fría  de acero, el humo deja escarcha  en el suelo, creo que me he  vuelto a perder. Te veo,  entre la niebla juras, te espero,  tras  una luna opaca, no puedo,  respiro y me da por toser.  Y de una rosa haré una hoguera blanca sólo con  sus hojas, pa' calentar mi alma  si tú no me tocas, creo que me he vuelto a perder.  Y con su espina haré una lanza seca  pa' matar los días en los que el demonio venga,  no encuentro la salida,  creo que me he vuelto a perder.

Amor en la tierra

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Un puñado de nervios viajando entre hierros y un corazón de cristal esperando entre  andenes y pisadas. Te veo en las lágrimas  de despedida y las sonrisas de reencuentro. Y abro veredas entre sudores, buscando el pasaporte en tus brazos y un solo de besos al que rendirme. Mascando latidos, respirando pasos, empapando las prisas bajo la lluvia de cortesía y el rojo opresor de un semáforo. Y las ventanas empañadas encierran más suspiros que una puta en  enero. Cristales rajados por gotas caídas en batalla, guerra en el cielo. Animales sobre ruedas, amor en la tierra.

Te tengo

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Entremos hasta el pasillo de la madrugada y encendamos la luna con besos de pólvora. Que la frontera de tu cama me sabe a poco y yo quiero llevarte al cielo antes de que se encienda. Cúrame con saliva tus gemidos en mi espalda y que tu piel no permita que  mi cuerpo se evapore.  Y mírame, que no quiero que te pierdas ni  un sólo segundo de este espectáculo llamado amarte.

Te veo

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Te pinté demonio en mi espejo, al  lado de un corazón borroso que de frío agonizaba. Te amé cuando la luna vestía de corto y te odié cuando aún temblaba de invierno. Construí un baluarte con un pedazo de mi alma helada y tu fuego lo convirtió en un cálido arroyo. Espejismos te escondieron de mis ojos. Y ahora te veo y me recuerdo. Me miro y te siento. Te traigo las noches,  suspiros y sonrisas que un día te robé. Vuelvo a regalarte la mirada y a quedarme sordo entre tus muslos.

Dignidad decapitada

Vuelves a caer en el suplicio,  a hundir las rodillas en el fango  del desaire, a juntar las palmas por  el santo patrón del querer.  Vuelves al bello callejón  adornado de la necedad,  a pelear por un pedazo del  despojo, a carroñear un te quiero.  Vuelves, otra vez, a las caricias  de racionamiento, a pedir la vez por un beso,  a soterrar tu orgullo.  Vuelves, siempre vuelves. 

RepliSunglasses

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Las horas de mi cama

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Tropezar con infinidad de  ombligos hasta encontrarte  en el lugar donde se estremece la inocencia.  Ser el artista de tu inmoralidad y relatarte impúdica en mi lienzo. Descubrirte entre las horas de mi  cama y atraparte en mi tiempo.  Mirarte con los ojos congelados y confinar tu cuerpo en mi memoria. Lacerar tu alma desde mi pena  hundida y llorar tu ausencia en el techo. 

Sirena hastía

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Cuentan que cada noche caminaba perdida en la arena, y que trenzaba conchas en su vestido de sal. Que se convirtió en sirena hastía, y que con llantos heridos espantaba marineros. Dicen que en las noches de luna llena se le ve entrar en el agua, y que su pálido cabello se pierde en el reflejo de la luna. Cuentan que los días de temporal se le ve susurrando una canción de cuna desde su claraboya, y que la luz de un candil descubre huellas caducas en su cuerpo. ¡Qué tan sola estás, sirena hechizada! Que sólo el brillar de un viejo faro basta para la esperanza.

Declaración de pretensiones

No quiero más bocas preciosas  mugrientas de mentira,  ni miradas dispersas que revelan omisión. No precipitarme en el abismo de la duda, ni sorprender  la pena en mi ventana.  No quiero más muertes de  lágrimas inocentes en masa,  ni encadenar mi alma cansada al primer vestido  corto que se insinúe. Quiero un pacto de guerra en sus caderas,  una batalla en su ombligo,  la muerte en su pecho. Quiero resucitar en su boca,  anidar en sus ojos  y mecerme en su pestañeo.