Dignidad decapitada
Vuelves a caer en el suplicio,
a hundir las rodillas en el fango
del desaire, a juntar las palmas por
el santo patrón del querer.
Vuelves al bello callejón
adornado de la necedad,
a pelear por un pedazo del
despojo, a carroñear un te quiero.
Vuelves, otra vez, a las caricias
de racionamiento, a pedir la vez por
un beso, a soterrar tu orgullo.
Vuelves, siempre vuelves.
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