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Mostrando entradas de septiembre, 2013

Otro otoño

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Sigo el ruido de hojas secas que fui dejando por el camino. El canto ronco de una cigarra chirría en los charcos que siguen mojando mis pies. Yo sigo mi camino sin importar cuán calado me dejó el tiempo. Y aunque descalzo anduve en primavera por adoquines de lava, hoy vuelve a forjarse un suelo bajo mis pasos. Ahora camino sobre las lágrimas de un sauce gris que, como yo, murió en primavera y hoy resucita para celebrar otro otoño contigo. 

Llévame contigo

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Que una tormenta nos cale los besos y un mal rayo parta la noche. Que la lluvia pudra las tejas de mi tejado y me acune en un viaje sereno por tus venas. Que un remolino de navajas  me corte las alas y me deje para siempre en este lado de la carretera. Que me empujen, ultrajen, calen y prendan.  Pero tú tírame la trenza, una mano al pecho, un susurro  de auxilio, un beso desbocado y punzante que siga latiendo en el revuelo. Llévame, llévame contigo donde las olas arrojen el primer grito de vida y el cielo sólo sea un triste espejo en el que peinarse.

El Capitán

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Se tensan sus velas cuando un rayo ilumina la proa. Le aúlla a las olas y le responden con cantos salados, con puños de agua. Y se coloca la quilla mientras agarra por la pechera a Poseidón que con punta de tridente amenaza. Nunca surcó tan bravío mar. Nunca un lobo imaginó encontrar tal horma para su pezuña. Forró su corazón con caparazones de forajidos cangrejos y marcó su horizonte lejos del encalle.

El rey de los tejados

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Me subo a las palmeras cuando dejas de mirarme, que se me pudren las ideas cuando no puedo besarte. Y las ratas con galones me escupen versos envenenados, para hacerme bajar, soy el rey de los tejados. Me quedo aquí para reír y se me frunce la espalda en treinta noches sin dormir. Y leo en las tejas  vidas callejeras del que busca en las esquinas y llora en las aceras, del que mira al cielo esperando una respuesta y recibe el silencio de cuando el sol se acuesta, de los poetas fantoches de bolsillo y faroleros que se inspiran en los bares de putas y bandoleros.  Me quedo aquí para vivir y  compartir con los gitanos la fábula de tus besos, que desde ayer, ya son lejanos. Me quedo aquí para morir, con los ojos tapados y la luna por bandera, soy el rey de los tejados.

A ras de rodilla

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Su función empieza cuando los últimos flecos del telón ya rozan las tablas. Esos flecos impregnados de la mierda que dejan otras suelas privilegiadas. Cuando en las butacas sólo quedan las uñas salpicadas en un aplauso y el acomodador ya puede acomodarse. En su obra no hay taquillas, ni alfombras rojas. No hay glamour, ni premios. En su obra vencen los recortes de falda, las agujas con tacón y los faros a ras de rodilla. Hizo de su vida un teatro y de gatos su público. Calzó sus pies con la piel que le sobraba a sus agallas y unas medias con más agujeros que el honor de un chivato medio cubrían sus rifadas piernas. Y cuando amanece, deja de ser la puta de la luna para convertirse en la madre del sol.

La guerrera

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Y se paseó, entre gritos de dolores, desertores, y de su mano no iba yo. Con espinas sin flores y cuchillas por temblores, hasta que perdió su esperanza en los amores que estrechaban su cansado corazón, que lloraba por las noches de sudor. Y se levantó, lanza en mano, sin escudo, desgarrada por llagas, despertó. Ganó guerras como penas que en el fondo de su alma enterró y luego escribió con la tinta de un guerrero que en su sangre, sueño y hambre encontró. Valga tu honor, guerrera, que en tu pelo nace el fuego del infierno que juró tu tumba y ahora yace desierto.