Del barro




De niño aprendí a esquivar las hostias
que otros lanzaban, y a zurcir heridas
con hilo de acero. A que las sotanas
doradas de los hijos predilectos 
escondían más secretos que piel y 
que el cuerpo de cristo no era más 
que una insulsa falacia. Aprendí que
las editoriales no marcaban destinos
y que no hay atractivo en historias 
veraces. Abandoné manadas cuando se
volvieron rebaños, dejando la marca
de mis pezuñas en el asfalto. Escogí
volar a ras del barro y así evitar
nubes en forma de piedra. Tantas 
veces me embarré, como lágrimas
lavaron mis manchas. Y aunque no
queden barrizales sin mis llantos,
siempre habrá una ciénaga donde 
acunarme. Prefiero los charcos
a los barcos y los grillos a los
pillos. Quédate con tus vigas de
mentira y deja que malgaste mi vida
entre el romero.

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