A ras de rodilla






Su función empieza cuando los últimos flecos del
telón ya rozan las tablas. Esos flecos impregnados
de la mierda que dejan otras suelas privilegiadas.
Cuando en las butacas sólo quedan las uñas salpicadas
en un aplauso y el acomodador ya puede acomodarse.
En su obra no hay taquillas, ni alfombras rojas.
No hay glamour, ni premios. En su obra vencen los
recortes de falda, las agujas con tacón y los faros
a ras de rodilla. Hizo de su vida un teatro y de
gatos su público. Calzó sus pies con la piel que
le sobraba a sus agallas y unas medias con más
agujeros que el honor de un chivato medio cubrían
sus rifadas piernas. Y cuando amanece, deja de ser
la puta de la luna para convertirse en la madre del
sol.

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