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Mostrando entradas de abril, 2014

Cuando caen las Perseidas

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Ahora que caen luceros en el patio que me hizo medio hombre, medio mentira. Que las rosas huelen a cal y los besos a tierra mojada. Ahora que los ratones se burlan desde su  casa de cobre y en mi bolsillo no  quedan más que manos cerradas.  Que desde mi ventana veo mi  sombra tras la tuya y, tras la tuya, la realidad. Ahora que están muriendo  inocentes, no me puede quedar  mucho tiempo en este patio.  Que pesan los años,  pero más las cruces. 

Antes del último metro

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Hablé con dios por el pasillo  gris que llegaba hasta la arena,  donde esperan con hambre  los leones. Donde la muerte aún calienta el suelo. Su voz me dejó  tan helado, que desperté para  verle ir con niebla en los ojos  y trompetas llorando en mis oídos.  Y faltándome flechas para tanta  valquiria, me jugué los cojones  en una timba con las moiras. No recuerdo sus palabras, pero sé que su existencia es esporádica y su furia, un mito.

En tu azotea

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Vamos a contar golondrinas en los tejados de abril. Yo buscaré en tu pupila, tú sólo déjate mirar. Contaremos hasta tener las mejillas rojas y los ojos de plumas llenos. Vamos al mirar al sol a los ojos y, de tú a tú, le diremos que se quede un rato más, que aún le quedan tres bostezos. Se rendirá cuando vea que no podemos arder, que  no surten sus rayos con los monstruos. Vamos a bajar el telón de este día amarillo, que la luz ya no me deja ver las alas de las golondrinas y, las plumas de tus hombros, agonizan en el suelo.  

Aullidos de primavera

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Volver a ladrar por abril,  para levantar  la cola y hacer  callar las piedras de mis bolsillos, que se hacen pesadas  cuando  intento correr.  Y disfrazarme de nieve como el cerezo, para despistar  a mayo  y que no me mire,  y soslayar la primavera. Ladrar por ti, por mí  y por nuestra mierda, por las noches de abanico  y las mañanas  que chasquean  cuando ya huele a puchero en la cocina. Afilarse los  colmillos para  aullar por  los amores que se marchan y menear el rabo por  los que llegan.