Tu vida o yo
Capítulo
1: No pensarás salir así a la calle
Sábado,
20:30,
Paula se prepara para salir. Es el cumpleaños de una amiga y han quedado para
cenar y tomar una copa. Indecisa, busca en el armario qué ponerse. Se pierde
entre vestidos, pantalones, camisas, sudaderas."Tengo que hacer
limpieza" dice en voz alta, cuando ambos saben que eso nunca pasará. Tiene
un cuerpo joven y bonito, 6 horas semanales de gym le está costando. Agarra un
vestido negro que encuentra en una caja donde guarda "la ropa de
soltera". Es corto, ceñido y con un considerable escote. -sí!!- grita al
comprobar que tras varios años sin ponérselo, le sigue quedando como un guante.
"Perfecto para una noche de chicas" piensa mientras va camino del
salón con la intención de hacerle un privado pase de modelos a su amado esposo.
Éste, le mira asombrado. Su cara denota deseo y unas ganas infinitas de
follarla sin quitarle antes una sola de las prendas que viste. Sin embargo no
lo verbaliza. Ni siquiera manifiesta un escueto piropo. Ha visualizado en su
mente a un grupo de buitres, desconocedores o no del estado civil de su esposa,
intentando llevársela a la cama. Indignado y con tono amenazante espeta un
restringente -no pensarás salir así a la calle, no?-. La expresión de su rostro
pasó de una inmaculada ilusión a mostrar reflexión y arrepentimiento. -Tienes
razón, qué tontería, no sé en qué estaría pensando- dijo cabizbaja y camino de
vuelta al vestidor. Ahora es sólo el compromiso lo que le arrastrará a esa
fiesta, así que agarra un pantalón vaquero,
una blusa y su abrigo y se marcha, no sin antes despedirse de su marido con un
beso y una tímida sonrisa.
Capítulo
2: Quién es ese
Martes,
21:00. Como
de costumbre, David va a recoger a Paula al trabajo. Desde el coche ve cómo su
mujer mantiene una conversación con un compañero de trabajo. Ella ríe y gesticula.
Él suda e hiperventila. Al fin Paula se despide y se dirige sonriente al coche.
Ha tenido un buen día en el trabajo, está contenta. Una vez
dentro, saluda a su marido con cariñoso -hola amor- y éste, apretando los
dientes, sólo es capaz de exponer una sutil mueca de alegría. Ella, inocente,
no le da más importancia y estimulada por su agradable jornada laboral,
comienza a narrar su día. Mientras Paula sigue con la crónica, él sólo es capaz
de pensar en ese tipo con el que su chica reía a la salida del trabajo.
Recordaba su rostro, sus gestos, su forma de mirarla. Imaginaba una historia
detrás de esa pueril conversación. A menudo que su mujer iba hablando, más oscuros eran
sus pensamientos. -Seguro que han tenido algo- pensaba. Ella, ajena totalmente a
las retorcidas reflexiones de su marido, le pregunta que porqué tan callado, a
la vez que le acaricia el brazo. -Nada, sólo estoy algo cansado, ha
sido un día duro- contesta él. Ella, por supuesto, cree sus palabras y sólo
piensa en llegar a casa para relajarse y pasar un rato agradable con él. Una
vez en casa, Paula decide darse un baño e invita a David a que le acompañe
-Ven, vamos a relajarnos- le dice. Él se niega alegando que tiene que enviar unos
mails con urgencia. Con Paula en la ducha, él se dirige cautelosamente a su
bolso y guiado por la duda y la desconfianza, saca su teléfono móvil.
David se encuentra con que el móvil de Paula está protegido por una clave. Su
incertidumbre aumenta, y sin dudarlo un segundo, cuando ésta sale de la ducha,
le grita -quién era el gilipollas ese con el que te reías tanto en la
salida del trabajo!? qué pasa, te lo estás follando, verdad? pobre de él como
me lo vuelva a cruzar!- Paula, sorprendida por el extraño comportamiento de David,
sólo es capaz de secretar un asustadizo -sólo es un compañero de trabajo,
David, reíamos sobre la anécdota que te he contado en el coche camino a casa,
nada más- David, sorprendido también por su violenta
reacción, le pide disculpas y le abraza a la vez que le susurra -perdóname, no
sé cómo he podido pensar que me harías algo así-.
Capítulo
3: Puta
Viernes, 22:00. Tras varios días de
tensión entre la pareja, Paula decide ponerle fin proponiéndole una cena
romántica a su marido. Y acercándose a él, con cierto aplomo, rodea su cintura
para susurrarle al oído -¿por qué no te pones guapo y me invitas a cenar?-
David, incapaz de negarse a tan sugerente propuesta, accedió sin titubear -vaya,
hacía tiempo que no te sentía tan cariñosa, me gusta- añadió a su afirmativa
respuesta. Mientras Paula se da una rápida ducha, David reserva mesa en su
restaurante habitual. -Date prisa, tengo hambre!- grita él tras la puerta del
baño, -5 minutos!- contesta ella. Y allí estaban, uno frente al otro, compartiendo
una botella de vino y una ensalada. De nuevo como si fuera su primera cita.
Risas, coqueteo, miradas insinuantes. Era un hecho. Paula había conseguido su
propósito. Volvían a ser los mismos de siempre. Aquellos enamorados a los se
les hacía imposible pasar más de 10 mintuos separados. Se acerca el final de la
velada, y tras un empacho de glucosa y los 17º del Rioja haciendo
mella en su cordura, Paula sugiere poner fin a la noche en su bar de copas favorito.
P-¿no creerás que aquí termina la noche, verdad? esto hay que bajarlo con unos
bailecitos- D-cariño, estoy agotado...está bien, una y para casa,
¿vale?- P-¡perfecto! pide la cuenta
mientras voy al baño-. Paula está pletórica. Tanto, que ha olvidado todo lo sucedido días atrás. En el baño,
aprovecha para llamar a su mejor amiga y contarle que todo ha vuelto a la normalidad,
achacándolo al estrés que su marido había estado soportando en el trabajo.
David, ya ha pagado la cuenta y espera a su mujer en el coche. Él también se
siente aliviado. Esta noche ha vuelto a ser consciente de lo que su mujer
siente por él, de que sigue siendo el único. Ya en el bar, David se pide
un gin tonic y Paula, como de costumbre, se va a bailar al centro de la pista.
Él la observa y recuerda lo mucho que disfrutaba viéndola bailar. Ella se
siente libre, la reina del local, la dueña de la noche. Derrocha energía y
sensualidad con cada movimiento. La música, las
luces y hasta la gravedad parecen haber sido diseñadas para su cuerpo. Lo que
David no sabe, es, que él no es el único que se ha dado cuenta de ello. Todas y
cada una de las personas que hay en el local, han olvidado sus copas, sus
abrigos y hasta a sus compañeros de baile, para mirarla. Paula mira a David,
mientras cientos de ojos miran a Paula. David empieza a agobiarse, se acelera
su pulso, su respiración, su paranoia. Al mismo tiempo, ve cómo se le acerca un
chico a su mujer y ésta le recibe con dos besos. David, sin pensarlo un sólo
segundo, agarra una botella vacía que había sobre la barra y se dirige firme y
totalmente obcecado hacía ellos. Para él se ha detenido la música, ha
desaparecido la gente y las luces sólo enfocan hacía una sola dirección: su mujer y ese
desconocido. Y sujetando la botella por el cuello, la rompe con fuerza en la
cabeza de aquel demonio que pretendía robarle a su chica. Éste no puede hacer
más que, desde el suelo, mirar como se derrama su sangre. David agarra a su
mujer por un brazo, y ella asombrada, como todas las personas que ocupaban el
bar, escucharon asombrados: -¡puta, más que puta! ¡sólo eres una zorra que se
contonea como una striper, para que un puñado de cerdos se la machaquen
pensando en ti! ¡naciste
puta y morirás puta!
Capítulo
4: Mía
Sábado,
10:00. Paula
ha pasado la noche en casa de Patricia, su mejor amiga. Anoche logró salir del
local, escabulliéndose entre la gente, cuando dos de los gorilas encargados de
la seguridad, se echaron encima de David. No tiene llamadas perdidas, ni
mensajes. Ni siquiera sabe si está en casa o ha pasado la noche entre rejas.
Aunque dolida y sorprendida por el comportamiendo de su marido, le es imposible
no preocuparse por el paradero y estado de éste. David ha pasado la noche en
casa. El dueño del local decidió no incluir a la policía en el altercado, creyendo
evitar así, una preocupante mala fama para su negocio. Está desorientado,
alterado y dolorosamente resacoso. No ha pegado ojo en toda la noche. Revolcándose
en su propia mierda, recreándose en sus demonios. Intentando arrancarse cada atisbo
de rabia a base de vodka. No está arrepentido. Ni siquiera cree haberse
equivocado. Se reafirma en su razón, en su acto, en su odio. Mientras tanto,
Paula, ajena a la autodestrucción e ideas de su marido, se sienta a desayunar
junto a Patricia: PT- buenos días,
¿cómo te encuentras? ¿has conseguido
descansar? P-buenos días. No mucho. No he dejado de darle vueltas a lo de
anoche. No sé cómo pudo llegar hasta ese punto...la noche estaba siendo perfecta...-
PT- ¿te ha llamado? ¿algún mensaje...? P-No, nada. PT- Bueno,
tranquila...tómate tu tiempo...tarde o temprano dará señales de vida- P-...y
cuando lo haga, qué?...¿qué le digo?...¿qué hago? PT- ¿cómo que qué haces?
decirle que se acabó...que no puedes seguir con esto...que ya no confías en él-
P-...es muy difícil...yo...yo aún le amo...¿y si sólo fue un arrebato? ¿y si se
ha dado cuenta de la gravedad de sus actos y no vuelve a repetirlo?...no sé,
quizás debería llamarle y..PT- ¡¿llamarle¡? ¡Paula, te insultó y
humilló delante de cientos de personas!...¡Por dios! ¡Pablo está ingresado, con
una puta brecha de cinco centímetros en la cabeza! ese animal casi lo mata...y
a saber lo que te hubiera hecho a ti si hubieras decidido irte a casa con él-
P-lo sé, lo sé...¡estoy hecha un lío, joder!...necesito pensar...es pronto para
tomar cualquier decisión- PT- está bien, perdona, trataré de no involucrarme demasiado
en tu decisión, pero si decides perdonarle...no cuentes con mi apoyo...lo
siento, pero no puedo- P- lo sé...gracias por todo...procuraré hacer de okupa
el menor tiempo posible- PT- no digas tonterías, sabes que puedes quedarte el
tiempo que necesites- P- gracias. Por otro lado, David, ha eludido todos los
compromisos que tenía por la mañana. No contesta llamadas, no abre la puerta.
Sentado en el sofá, con la televisión encendida, pero sin sonido. Saturado por el
ruido de su cabeza. Desaliñado, borracho. Su rostro denota ira, demencia,
angustia, y su único movimiento es el de llevarse la botella a la boca. Se siente
traicionado, engañado. Y sin dejar de mirar una muda tele, agarra el teléfono y
llama a su mujer. Patricia ha tenido que salir
de casa por unos compromisos, así que, Paula ha perdido momentaneamente la
parte más solida de su raciocinio. El corazón se le acelera al mirar el móvil y
ver que es David quien llama. Lo deja sonar, a la vez que se muerde enfermizamente
las uñas. Insiste de nuevo con otra llamada, y esta vez, temblorosa y entre
lágrimas descuelga:
P- ¿David? D- Escúchame bien, mi
amor...sé que has traicionado mi confianza...que has intentado destrozar
nuestra relación y que has roto mi corazón...pero te perdono...porque nada ni nadie
nos va a separar jamás. P- pero David, yo...D- ¡cállate! he dicho que te
perdono...todo está bien, mi amor...no he dejado de quererte...así que, vuelve
a casa...vuelve con tu
marido...nadie te entiende como
yo...nadie te querrá nunca como yo te quiero...olvidemos el pasado...estaremos
juntos para siempre...porque tú...tú eres mía.
-Capítulo
5: Tu vida o yo
Sábado,
14:00.
Paula colgó inmediatamente el teléfono, tras el discurso enfermizo de su marido.
Éste, a su vez, al otro lado de la línea y sorprendido por la reacción de su
esposa, lanzó el aparato contra la pared, haciéndolo añicos, mientras gruñía en
voz alta: - no...no...no has hecho eso...no me has colgado...¿¡por qué has hecho eso!?...(caminando
por el salón y volviendo tras sus pasos)...esta no sabe con quién se la está
jugando...no...¡no lo sabe!...muy bien, zorra, ¿quieres jugar? ¡pues
juguemos!-. Paula era consciente de lo que había hecho y de las consecuencias que
acarrearía. Sabía que David no tardaría en presentarse en casa de Patricia y
montar un desagradable espectáculo. Paula tiembla. Deambula por la casa sin
rumbo, sin saber qué hacer o dónde meterse. Se va haciendo cada vez más
pequeña, a la vez que miles de barbaridades pasan por su cabeza "¿llamo a
la policía...a mi hermano...o simplemente huyo?" piensa, mientras repite el
mismo patrón de movimientos que David. Llega Patricia, y Paula corre
desesperada hasta el recibidor para abrazarla: PT- ey, ¿qué
pasa? ¿por qué lloras?- P -(...)- PT -Paula, cariño, ¿ha pasado algo? me estás
asustando- P -...David...PT- David, ¿qué? ¿te ha llamado? ¿ha venido? ¡habla,
joder!- P -me ha llamado cuando te has ido...lo he notado histérico...muy
nervioso...me ha dicho que nada ni nadie nos va a separar, que soy
suya...y...no sé...no me he enterado de nada más- PT -¿qué le has
contestado?- P -¡nada! ¡estaba muy nerviosa!...le he colgado...sin más...va a
venir, Patri, lo sé, sabe que estoy aquí y está fuera de sí...¡va a venir a por
mí!- PT -Tranquila, nada es seguro, quizá no se lo ha tomado tan mal...habrá
comprendido que estás mal...asustada- P
-no, no...¡no! ¡no has oído su voz! ¡no era el David que todos conocemos!
Patri, si hubieras visto sus ojos anoche cuando me decía todas esas cosas...no
es él...simplemente no es el hombre con el que me casé...por favor, creéme- PT -¡claro que te creo, por dios!
pero, ¿qué podemos hacer? ¿quieres que llame a la policía?-. Alguien golpea con
violencia la puerta antes de que Paula pueda contestar. Ambas se miran aterradas
PT -yo abro, tranquila, no va a pasar nada-. Patricia abre. Es David, furioso:
D -¡¿dónde está mi mujer?! PT -¿y por qué iba yo a saberlo?- D
-no me tomes por gilipollas, Patricia, que ya nos conocemos...dile que
salga...me la llevo a casa...tenemos mucho de qué hablar- PT -no tenéis nada de
qué hablar, no mientras sigas en ese estado- D -¡estado! ¡¿de qué cojones me
hablas!? ¡he dicho que vengo a por mi mujer! ¡Paula! ¡Paula sal! PT -¡vete o
llamo a la policía! ¡la estás asustando gilipollas! D- ¡¿gilipollas?!. David
entra a la fuerza, apartando a Patricia de su camino. Ésta le agarra,
intentando impedir que siga avanzando por el pasillo. Él se gira y se zafa
propinándole un duro golpe en la cabeza, que hace que caiga inconsciente al
suelo. Se adentra en la casa, a la vez que llama a gritos a su esposa D
-¡Paula! ¡sé que estás aquí! ¡sal, no voy a dañarte! ¡sólo quiero llevarte a casa! ¡me conoces! ¡sabes
que no podría hacerte daño! ¡me he comportado como un cabrón, pero ya todo ha
terminado!- La exasperación crece en David, a medida que su mujer no se muestra
ni responde: D -¡sal puta!...¡no me hagas ir a buscarte!...¡he venido para
arreglar lo nuestro!...¡quiero perdonarte, pero me lo estás poniendo muy
difícil!-. Paula, temerosa, decide salir como muestra de confianza hacia su
esposo. Se acerca a él, paso a paso:
P -ya estoy aquí, David...tranquilo...¿recuerdas
quienes somos?...¿recuerdas lo que te amo?...no he traicionado nada ni a
nadie...siempre te he sido fiel...jamás te traicionaría...¿lo sabes, verdad?...dime
que lo sabes-. David parece calmarse. Parece haber asumido su neurótico
comportamiento. Callado, tranquilo y rompiendo en llanto se
acerca a ella: D -perdóname, mi amor...pero no puedo permitirlo...no puedo
vivir con esta angustia...los gritos no me dejan respirar...a todas horas
gritos...en todos lados gritos...gritos que me recuerdan
lo que has hecho...no puedo soportarlo
más...necesito callarlos...tengo que acabar con esto...tienes que morir-. Sin
dudarlo un segundo, Paula agarra el primer objeto que encuentra a su alcance,
pero David se precipita sobre ella. Inician un forcejeo. David intenta llevar sus
manos hasta el cuello de Paula, y ésta se retuerce en el suelo, intentando
escapar inútilmente de entre sus brazos. La tiene donde la quería, entre sus
demenciales manos. A Paula se le acaba el oxígeno, se le apaga la vida. Morada,
intentando aspirar hasta la más insignificante
partícula de aire. David sonríe, saboreando la victoria, hasta que Patricia,
que segundos antes había recuperado la consciencia, y empuñando un cuchillo,
acribilla repetidas veces el cuerpo de David hasta su desangrado. Exhausta y
cubierta de sangre llama a urgencias, exigiendo una ambulancia para su amiga: PT-
¡Aguanta, Paula, aguanta!-. En el trayecto al hospital, intentan reanimarla sin
mucho éxito, pero no se rinden, y tras varios choques y un incesante suministro
de oxígeno, Paula regala el primer latido.
-FIN-
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