De paso






Nacemos entre sangre, gritos y empujones.
Puros e inocentes cachorros. Sin más abrigo
que el de unos brazos temblorosos. Somos 
criados y educados bajo la gran sombra de
la inconsciencia. Esa que más adelante 
azota sin piedad, arrancando cada fina
capa de experiencia a tiras. Y latigazo 
tras latigazo, vamos curtiendo el hábito.
Ya no hay mantas blancas que nos quiten el
frío, ni brazos temblorosos que calmen nuestro
llanto. Ahora hay frío asfalto y papeles 
afilados. Y esos gritos, que un día
nos dieron la bienvenida, ahora son clavos
que perforan nuestra indulgencia. Amamos,
odiamos, reímos y lloramos. Y empujón
tras empujón, gritos y sangre, dejamos
este mundo, con suerte, de nuevo en otros
brazos temblorosos.

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