El Robo
Saliste
de mi pecho para
convertirte en
mera carne.
Yaces muerto pálido.
De
rojo vida a ocre occiso.
De alegre compás
a eterno
reposo.
Y
la sangre que ahora corre
por las venas de
este errante,
no es sangre sino hielo.
¡Qué
injusto atraco, ratera!
ramera despiadada
que tras
dama te escondías. Y
que mal
rayo me parta si en tu fuego
no
te quemas.
¡Vil, vil, vil cortesana! Que con
tretas y faldas,
me devolviste al
olvido del que nunca
debí salir.
Me gusta cómo escribes. ¡Éste es muy bueno!
ResponderEliminarMuchas gracias. Es uno de mis favoritos :)
ResponderEliminar