Antes del último metro





Hablé con dios por el pasillo 
gris que llegaba hasta la arena,
 donde esperan con hambre
 los leones. Donde la muerte aún
calienta el suelo. Su voz me dejó
 tan helado, que desperté para
 verle ir con niebla en los ojos
 y trompetas llorando en mis oídos.
 Y faltándome flechas para tanta
 valquiria, me jugué los cojones
 en una timba con las moiras.
No recuerdo sus palabras,
pero sé que su existencia es
esporádica y su furia, un mito.

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