La bestia te trae
Sentado frente al televisor macera una
idea. Mirando sin ver, oyendo sin escuchar.
Las paredes, sillas, mesas y cuadros se
transforman en meros objetos ornamentales
de su existencia. Su cuerpo también lo
es. Encadenando un cigarro tras otro, convierte el humo en miedo. Una bestia, sin
esqueleto ni forma definida, se siente atraída por el golpeo continuo y agitado de sus pies en
el suelo. Se ha convertido en presa creyéndose presa. Miedo en estado líquido recorre
su frente. La bestia empieza a construir por el tejado. La enfrenta con más nicotina. Ésta le
agarra por el cuello, dejándolo sin aire. Intenta levantarse, pero tiene una
estampida de elefantes en el pecho, tempestad en la cabeza y escarcha en los ojos. Intenta gritar,
pero le ha quitado la voz. Intenta huir, pero le ha robado el cuerpo. Sólo le queda asumir el triste
final ante la mirada burlesca de su asesino. La impotencia y culpabilidad son
una parte más del mobiliario. Llega la rendición y con ella la huida cobarde de
su ejecutor. Que se lleva consigo la dignidad y el orgullo de su víctima. Un cadáver tembloroso y desconcertado
mira a su alrededor, aún en guardia, y se da cuenta de que ha asistido al
entierro prematuro de su inocencia. Sólo ha pasado un minuto desde que empezó
todo. Y en ese agónico y largo minuto, murió un mundo y nació un estigma.
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