¿Quién teme?





Camino igual por piedras
 que por arena, con fe ciega
 en mis suelas. Y no me perdí
porque no busqué el sendero,
 sólo sé apretar los párpados y 
seguir pisando, sin saber si
me posaré sobre rosas 
o espinas. Y sin dar mi vida
 a torcer, seguiré cuidando
 mis codos, que aún se niegan
 como mis rodillas a claudicar.
Dando palos de ciego para
 encontrar de oído el ruido 
que me lleve a la
 siguiente estación.

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