Anclado al desarraigo
Soñaba con escapar de esa asfixiante libertad. La luna, su mesita de noche. La calle, su sonajero. Su espalda reposaba sobre una vieja caja de cartón, que antaño le sirvió como arca. Ataviado con un apolillado poncho, que le protegía de las frías noches de primavera, otoño e invierno. Pelo cano y frondosa barba. Grietas en labios y manos. Una dentadura que brillaba por su ausencia y una sonrisa estable. Su única compañía era un sucio perro y su inseparable Jack Daniel's, al que llamaba "camarada". Innumerables, son las batallas que libraron juntos. No quiso entender al mundo y el mundo nunca tuvo la intención de entenderlo a él. Era feliz en su rincón mugriento. Privado de mentiras, rencores y demás algarabías. Nunca supo a quien odiar, pues dios le concedió el privilegio de la invidencia.